Cada vez es más difícil vivir con una mínima dignidad en las ciudades españolas. Es casi imposible, especialmente para las personas jóvenes y para quienes no tienen un trabajo fijo y bien remunerado, acceder a una vivienda decente a un precio razonable y en un lugar que merezca el nombre de “ciudad”, y que tenga adecuados servicios públicos, transporte colectivo y comercio de barrio.
El crecimiento de la ciudad
1. Las ciudades se han extendido enormemente durante las últimas décadas mientras los barrios del centro se abandonaban a su degradación y la periferia se convertía en meras ciudades-dormitorio, de modo que se ha deteriorado la calidad de vida de la ciudadanía. Este crecimiento patológico ha sido resultado de una nefasta política urbanística basada en el negocio, que no resuelve los problemas de la mayoría de la población.
2. Los inconvenientes de este tipo de ciudad han recaído sobre la ciudadanía y el entorno. El crecimiento incontrolado, lejos de abaratar la vivienda como se predicaba, ha encarecido los precios del suelo y de la vivienda, segregando a las personas por su poder adquisitivo, ha aumentado las distancias a recorrer para acceder al trabajo y a los servicios, ha dificultado el disfrute de los servicios urbanos y del intercambio social, ha consumido valiosos e irreemplazables recursos territoriales, ha dañado la diversidad social y económica de la ciudad. Se destruye la ciudad como espacio colectivo primando el beneficio económico y el consumo.
La política urbanística
3. Los planes urbanísticos se han pervertido al utilizarse como instrumentos especulativos de puesta en el mercado de suelos de zonas aisladas y lejanas y amparar el desarrollo de grandes operaciones inmobiliarias, tanto en las periferias como en las zonas centrales de las ciudades. La ciudad se ha convertido en una trama fragmentada de espacios irregulares, sin continuidad, ni organización de conjunto.
4. La política pública de infraestructuras del transporte, sin una visión unitaria, al incrementar su capacidad y alcance ha favorecido la expansión de la urbanización, extendiendo la accesibilidad a extrarradios en los que no vivía casi nadie, favoreciendo la aparición dispersa de nuevas promociones inmobiliarias y la implantación de grandes superficies comerciales que sobrecargan las carreteras existentes y colaboran al declive del pequeño comercio. Las infraestructuras urbanas (agua, residuos, saneamiento y energía) se han visto obligadas a abastecer estas promociones sin contar con recursos propios suficientes para toda la gente.
5. La conversión de los barrios del centro en meros centros de consumo se ha traducido en el deterioro de estas zonas urbanas como lugares de diversidad cultural e intercambio social, favoreciendo el envejecimiento y la despoblación, atrayendo sólo a algunas personas privilegiadas. Esta comercialización del centro ha excluido a numerosos grupos sociales, expulsándolos y dañando así su valioso patrimonio cultural y social. Algunos barrios han sido abandonados por las políticas públicas a su deterioro a la espera de lanzar operaciones inmobiliarias especulativas justificadas en el propio deterioro.
6. Los grandes esfuerzos públicos se han concentrado en operaciones arquitectónicas de autor de gran efecto mediático que han intentado desplazar el debate ético sobre la ciudad (¿qué tipo de ciudad, para quién?) exclusivamente hacia los aspectos estéticos, obviando que esas grandes obras no atienden ni responden a las necesidades básicas de la población y detraen los recursos necesarios para resolverlas.
7. Estas costosas inversiones en infraestructuras y grandes obras arquitectónicas (tanto en su ejecución como en su mantenimiento) son la causa principal del grave endeudamiento público que ha provocado subidas de impuestos locales y la reducción de servicios sociales.
El derecho a la vivienda y el derecho a la ciudad
8. La Constitución española recoge el derecho a una vivienda digna, un derecho que, vistas las condiciones de la ciudad y los objetivos de las políticas que la gobiernan, es hoy ilusorio. Los alquileres de los pisos, con frecuencia, pequeños, insalubres y en mal estado, son elevados. Los precios de venta de las viviendas son prohibitivos. Se han arruinado las políticas de vivienda social en sus distintas formas (viviendas de protección pública, bien localizadas en venta o alquiler) que se han mantenido de forma meramente testimonial, cuando no se han dejado fracasar importantes iniciativas sociales con grave daño para las personas implicadas. Se ha obligado a muchas familias, perfectamente integradas en sus barrios de origen, a abandonarlos por nuevas urbanizaciones lejanas en los que además de los numerosos costes cotidianos (transporte, tiempos de desplazamiento, etc.) deben pagar abultadas hipotecas difíciles de afrontar en las actuales condiciones de precariedad del trabajo. Estas migraciones forzadas a la periferia significan además la pérdida del derecho fundamental al disfrute de la ciudad y la vida urbana, a cambio de los bien publicitados “nuevos estilos de vida” que tienen en el aislamiento, el consumismo y el uso intensivo del automóvil sus señas de identidad básicas.
Transportes, movilidad, espacio público
9. La principal ventaja de las ciudades es la de combinar multitud de oportunidades, de trabajo, de relación, de servicios, en espacios relativamente reducidos y próximos. En este tipo de ciudad, no es imprescindible usar el automóvil, un bien muy costoso que es el principal agente directo del deterioro del ambiente urbano. Desplazarse a pie, en medios no motorizados o en transporte colectivo, cuando es posible, hace que los espacios públicos sean lugares vitales, diversos y seguros. Nada de eso ocurre ni en las zonas degradadas del centro, ni en los nuevos barrios periféricos, origen y destino del traslado forzado de muchas familias obligadas por las lógicas del mercado libre de la vivienda. Poder disponer de una vivienda en propiedad (frecuentemente con grandes dificultades) obliga a un exilio al exterior que nos hace perder la experiencia social de la ciudad, contando a cambio con la visita regular, en automóvil, a las impersonales grandes superficies comerciales.
Cohesión social, diversidad, ciudadanía
10. La cohesión social es necesaria para estimular la solidaridad entre ciudadanos/as diferentes. Las ciudades favorecen la cercanía entre las personas a la vez que permiten su autonomía personal, les hacen más tolerantes con la diferencia, y más cosmopolitas sin necesidad de viajar. Respetando unas normas básicas comunes, la diversidad se convierte en uno de los mayores atractivos de la vida urbana. No ocurre así en una ciudad fragmentada y poco densa, formada por barrios escindidos en su perfil social y económico y con distancias insalvables entre las personas.
Gestión y participación
11. Los procedimientos administrativos utilizados entorpecen la incorporación de la ciudadanía al proceso de gestión de la ciudad, quedando sus intereses débilmente representados. Personas destacadas en el mundo profesional y responsables en el aspecto político de la gestión urbanística han trabajado decididamente para los intereses particulares de grupos económicos no representativos del amplio espectro ciudadano favoreciendo así un tipo de ciudad que no está pensada para la ciudadanía y que no responde a las necesidades públicas sino al servicio del negocio y de los intereses privados de una minoría, y cuyos valores colectivos esenciales se han comercializado. Se está construyendo una ciudad sin ciudadanos/as.
Discurso teórico y gestión real
12. La gestión real no ha sido coherente con los discursos planteados por los partidos políticos. Se ha pretendido avalar intervenciones que objetivamente incrementan el consumo de recursos no renovables, tienen una débil dimensión social y favorecen un modelo precario de ciudad en tantos sentidos apoyándose en un mal uso de conceptos como la sostenibilidad y en la probada ineficacia de los procedimientos de control ambiental y urbanístico. Partidos políticos de muy distinto signo han llevado a cabo políticas urbanas muy similares.
¡Otra ciudad es necesaria y posible!
De acuerdo en los puntos principales. Buen trabajo
ResponderEliminarLo suscribo,
ResponderEliminarNerea Morán Alonso, arquitecta urbanista.
Queremos ciudades y barrios que tengan en cuentan las diferentes experiencias y que respondan a las distintas necesidades. Ciudades que faciliten el desarrollo de las tareas reproductivas y de cuidados, que no son consideradas en la planificación urbana tradicional y que son imprescindibles para el desarrollo de la vida social.
ResponderEliminarAsí es la ciudad contemporanea.
ResponderEliminarClasificación de rentas.